Ocho siglos antes de Cristo, los ancianos de la ciudad debían examinar a los recién nacidos; si consideraban al bebé demasiado débil o deforme, era ejecutado para no manchar el nombre de Esparta.
Los nazis asesinaron a 300 mil discapacitados por alguna enfermedad mental o defecto físico, declarados por Hitler como «no dignos de la vida».
Se conoce como eugenesia a la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana.
Y la eutanasia es la intervención voluntaria para provocar la muerte. Se refiere a pacientes terminales o crónicos graves, y los matan “con la intención de evitar sufrimiento y dolor”.
La eugenesia se aplica en Europa desde hace años, sin consejo de ancianos, sin ley de por medio, mismos espartanos en pleno siglo XXI.
El diagnóstico prenatal de malformaciones congénitas se aborda con abortos que reducen costos para el sistema de salud pública, por atención a complicaciones derivadas de malformaciones congénitas, que implican tratamientos quirúrgicos correctivos.
Eutanasia y eugenesia son procedimientos como el aborto, que acaban con la vida de millones de personas, en estos días, reactivando prácticas nazis y espartanas.
Una vez más se apunta el dedo a la derecha, al sector conservador, por rechazar estas iniciativas que hacen alarde de progresismo cuando encierran abusos rescatados de las cavernas de la historia.
Son parte del paquete del Nuevo Orden Mundial impulsado por las Naciones Unidas.