19.4 C
Lima
sábado, noviembre 23, 2024

ESTUVE EN MOQUEGUA

El viaje (de Tacna) a Cuajone demandaba más de dos horas, pero menos de tres. Tedioso debido a que a ambos lados de la carretera se observa, generalmente, solo un arenal triste y aburrido, infinito, cerca de 200 kilómetros de arena, con breves interrupciones de pequeños, estrechos valles de Sama y Locumba. Apenas unos pocos respiros para escapar la visión de un desierto inhóspito, un paisaje ganado por el silencio y la soledad, por la falta de agua, por la ausencia de todo, de personas, de animales, de vegetación. Son kilómetros, muchos kilómetros que separan a dos pueblos por una distancia que puede hacerse interminable, una invitación a la meditación o más fácil, al sueño.

En cambio arriba, en la cordillera, la nueva mina de Cuajone en Moquegua, estaba unida a Toquepala en Tacna, por el túnel más largo construido en el país. Cerca de 30 kilómetros de cordillera perforada para dar paso al tren con mineral concentrado, que empalma con el que va de Toquepala a Ilo. Todo un alarde de ingeniería ferrocarrilera donde Américo Soto dio rienda suelta a la experiencia que cultivó en el ferrocarril central. En Ilo se funden y refinan los concentrados de las dos minas, mientras que en la ciudad de Moquegua se respira la tranquilidad de una arquitectura colonial conservada en el tiempo, para el disfrute de quienes gustan valorar el arte de los antiguos constructores.

Portales de piedras labradas por artesanos del cincel, balcones con rejas colocadas para el lucimiento antes que la seguridad, pesados portones de gruesos maderos traídos seguramente de lugares remotos, para albergar a los habitantes de un valle pacífico y generoso en frutales, especialmente viñedos capaces de abastecer las legendarias bodegas de los fabricantes de los más finos piscos y vinos de esta parte del continente. Gozan de un prestigio mundialmente alcanzado en los más exigentes concursos de licores. Uno de los graves problemas de Moquegua tiene que ver con la dispersión de la propiedad agraria.

En otras partes del país se criticó, combatió, expropió y destruyó el latifundio, mientras que aquí en Moquegua el asunto es al revés, es el minifundio, la fragmentación de la propiedad agraria lo que le impide conseguir mejores índices de rentabilidad. Más del 70 por ciento corresponde a extensiones menores a 5 hectáreas. El minifundio es una de las taras que impide llevar adelante proyectos que se beneficien con la economía a escala, reduzca costos en la comercialización, aplique modernas tecnologías y acceso a créditos blandos. Como en gran parte de la costa, la escasez de agua en Moquegua sugiere un mejor aprovechamiento con un adecuado plan de distribución y administración, con cultivos que mejor se acomoden a esa realidad.

En esa época estaban de moda los piscos Biondi, de las bodegas de dos hermanos que competían en la fabricación de un licor que también se producía de manera artesanal en remotos parajes de Carumas, uno de los distritos de la provincia Mariscal Nieto, escenario de los primeros enfrentamientos entre conquistadores españoles. Desde allí llegaba Nancy Rosales con botellas de un pisco especial reservado para sus mejores amigos. Carumas, tierra despoblada y con aguas es el significado de un nombre que no llega a describir la belleza de paisajes escondidos en las alturas de Moquegua, seguramente para no exponerlos al avance de una civilización reñida con la naturaleza. Pasar por Moquegua me cambia el ánimo y esta vez pude observar y apreciar a mis anchas las calles estrechas e imaginar cómo fue durante la colonia, en los primeros años de la república.

Es una ciudad que siempre invita a la imaginación, a transportarse en el tiempo, a retroceder en la historia y caminar, siquiera por un breve momento, en una época de preocupaciones diferentes, quiero creer. Ver de cerca la iglesia de Santo Domingo, la catedral, construida enteramente en piedra y capaz de soportar los más fuertes sismos que de cuando en cuando sacuden la ciudad. Allí reposan y están a la vista desde fines de 1700, los restos de Santa Fortunata, traídos de una catacumba romana. La historia cuenta de una distinguida dama que se negó a participar en las festividades al Dios Júpiter, en el año 300, degollada por orden del emperador Diocleciano. Júpiter, el amo de los cielos y colector de las nubes, obligó a sus padres que vomitaran a sus hijos Hades y Poseidón, que junto a sus otros hermanos los habían devorado por puro placer. Santa Catalina nunca creyó esa historia y murió cruelmente asesinada.

En un abrir y cerrar de ojos dejamos la ciudad, pasamos por Samegua, el paraíso del cuy chactado, por el restaurante de Doña Peta, donde se saborean los cuyes fritos y apanados en maíz molido y se practica el juego de encontrar “el zorrito”, un hueso ubicado en la cabeza del cuy y con el que se decide la cuenta. Luego seguimos por una carretera asfaltada que se convierte en un serpentín que sube cerros empinados, pasa por la garita que advierte el desvío a Villa Cuajone y luego frente a un edificio imponente que parece salir de un escondite en medio de una montaña, el Hospital de Cuajone, en ese momento el más grande, moderno y mejor equipado de la región.

Pero el auto de Bolaños siguió subiendo hasta llegar a Villa Botiflaca, a 3 mil 500 metros de altura, el campamento en el que estaban las viviendas de empleados y obreros. En pocos minutos nos detuvimos en las oficinas centrales de la administración de la mina, donde nos esperaba el famoso periodista Luis Rey de Castro, quien me invitó a formar parte del personal de esa empresa para escribir en un pequeño diario para los trabajadores y sus familias. Junto a César Gallegos, joven periodista que, como muchos otros, es hijo de un antiguo trabajador de Toquepala, pertenece a esa casta especial nacida y criada en campamento minero. Lourdes Ampuero junto con Cecilia Mongrut, eran las secretarias, Luis Maquera el fotógrafo, en el servicio social Doris Sánchez Fernández Baca, Elena Arenas y Teresa Luna y en el área de Bienestar Percy Echevarría y Zulema Adriazola. (De “El shock del chino”)

Mas leídos

AL FILO DE LA NAVAJA

COMERSE A ALGUIEN CON LOS OJOS

IR DE PUNTA EN BLANCO

LA VOZ DEL PUEBLO ES LA VOZ DE DIOS

Artículo anterior
Artículo siguiente