La izquierda es generosa en todas partes, en todo el mundo, gusta obsequiar dineros públicos, repartir bonos y subsidios y son capaces de regalar casas y fundos ajenos bajo el manto de la justicia social, pero aquí en el Perú regalan a la derecha la satisfacción de una votación aplastante, fulminante, humillante y la cabeza del más fosforito en bandeja de plata.
El procesado por terrorismo Guillermo Bermejo Rojas presentó una moción de censura, la cuarta, contra la presidenta del congreso Maricarmen Alva, en una jugada coordinada con chavistas del parlamento español y complicidad de algunos medios de comunicación arrodillados al poder de turno.
La derecha no terminaba de asimilar el fracaso de la moción de vacancia presidencial presentada por Patricia Chirinos viuda de León, que no alcanzó los 52 votos necesarios para avanzar en ese propósito, cuando Bermejo, con su propuesta, entregó su propia cabeza con una idea descabellada.
La votación apenas alcanzó 20 votos, hubo varias abstenciones y hasta un voto en contra en su propia bancada. Un fiasco advertido por los dirigentes del lapicito, quienes culparon a Bermejo de haberse disparado por la libre, como Paty, sin buscar consenso previo.
Bermejo no necesita nada para sacar la bandera de resentido y entonces presentó su renuncia irrevocable a la bancada de Perú Libre. Se fue ofendido porque tuvo que escuchar varias veces que no era nadie para remover la directiva del parlamento, que no cree en la democracia representativa, que es la que nos rige, los protagonistas de las “pelotudeces” no lo dejan jugar, no le dan pelota.
El fracaso de su propuesta devolvió rápido la sonrisa a la bancada del frente, que le bajó el moño de la prepotencia, la soberbia del intolerante, la arrogancia del altanero, el anacronismo de su ideología.
Los rojos se llenan la boca de frases contra la corrupción y no miran el enorme rabo de paja que arrastran con los dinámicos del centro, las coimas palaciegas, las licitaciones amañadas, los exámenes negociados, los romances otoñales de lewinskis multiplicadas como un coronavirus atrevido que socava la moral y perfora el presupuesto. Les pica el ojo más que por envidia por la viga que no les deja ver el desastre que están causando a la economía nacional.