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sábado, noviembre 23, 2024

ELCASTILO DE CHANCAY

Por Antero Flores-Araoz

En nuestros días la vida es tan intensa y vertiginosa, que lamentablemente se han ido dejando de lado las visitas a los museos, el buen teatro, el ballet, y así podíamos seguir, aunque teniendo que reconocer que muchas veces la asistencia a los lugares de difusión del arte y la cultura, podrían calificarse de lentos y tediosos, poco afines a la velocidad con la que actuamos en este mundo contemporáneo en que la inmediatez no deja mucho espacio para la reflexión y el goce cultural.

Les comento lo anterior pues he vuelto a visitar después de un buen tiempo el llamado “Castillo de Chancay”, el que, siendo centenario, fue creado por doña Consuelo Amat y León, quien vivió en él con su familia.

Como suele suceder con el correr del tiempo fue descuidado, llegó al deterioro y abandono, hasta que un nieto de doña Consuelo se impuso como objetivo de vida, la recuperación y puesta en valor del castillo. Incluso avanzó más, pues además de reconstruirlo ha logrado conjugar en él la cultura y el esparcimiento.

Me explico, en el castillo se ha fusionado nuestra espléndida cultura culinaria, nuestro pasado histórico mostrado a través de un bastante nutrido museo en que se exhibe entre muchas otras cosas, piezas de la legendaria cultura Chancay. Además, hay espacios dedicados a las artesanías en una remembranza del bazar de Estambul, pero sobre todo puede exhibir la ambientación de espacios en que se difunde la cultura precolombina con su exponente Machu Picchu, la antigua Roma y Grecia, al igual que espacios dedicados al maravilloso Egipto, como también observar a Petra y a la India, entre tantas otras.

Pero no solo hay ambientaciones del pasado, sino asimismo del presente, como réplica de las calles de Ámsterdam, de la fontana de Trevi, el Big Ben de Londres, las torres de Moscú, y en preparación la torre inclinada de Pisa, el Coliseo Romano y el Capitolio de Washington.

Cabe señalar que no se trata de un recorrido que se podría considerar ilustrativo, sino que además es muy entretenido, pues los guías, normalmente repetitivos y monótonos, hacen el paseo sumamente distendido con anécdotas, escenificaciones, hay hasta bailes y canciones, con vestimentas de cada época y de cada lugar que está reproducido.

Desde un símil de la Covadonga, que fuese hundida en aguas de Chancay en 1880, se puede observar la maravillosa bahía de Chancay, espectando la construcción del nuevo puerto para el comercio internacional.

El recorrido por el castillo en cuestión, podríamos calificarlo de vital, con fuerza, divertido y aleccionador, que demuestra que en el Perú si se pueden hacer cosas interesantes e ingeniosas y que nuestro norte chico puede ser tanto o más impresionante que otras localidades de nuestro querido Perú.

Dios quiera que pronto también se pueda contar con el tren de cercanías que podría facilitar la visita a Chancay, que por el castillo que lleva su nombre y por el nuevo puerto, sin duda será notable centro turístico.

 

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