Quince minutos, aproximadamente, demoraba el viaje entre Villa Cuajone y Samegua, en Moquegua y lo hacíamos para disfrutar del mejor cuy chactado del Perú.
Con Luis Rey de Castro, Percy Echevarría y César Gallegos, fuera de horas de oficina, salíamos para seguir conversando lo de la oficina, de todo un poco , de las actividades que organizábamos para los trabajadores de la mina y sus familias.
Los cuyes los sirven enteros, fritos con una capa de maíz molido y acompañados de papas doradas, lechuga y abundante ají o rocoto molido con cebolla y tomate.
Le dicen chactado debido a que antes de ser fritos, aplastan los cuyes con una piedra para que resulten aplanados, como una gran milanesa y así son más fáciles de comer.
Moquegua es famosa por sus finos vinos y piscos, ganadores de los más importantes concursos nacionales, gracias a una tradición que conservan en el cultivo de la vid y un proceso de producción que respeta escrupulosamente los procedimientos más exigentes.
En pagar la cuenta está uno de los detalles de la aventura debido a que no aplicaba la acostumbrada chanchita, ni el prorrateo. Tenía que haber un perdedor.
En el oído del cuy existe un huesito en forma de zorrito que se coloca en uno de los vasos y va rotando, de comensal en comensal, hasta que alguno se pasa el huesito con el trago de licor o el huesito se queda pegado al vaso.
Este juego muy popular entre los moqueguanos, alguna vez entretuvo, supongo, a José Carlos Mariátegui, el inspirador del luminoso sendero.
La poco higiénica costumbre está condenada a desaparecer con la epidemia del coronavirus que nos obliga a ser mucho más estrictos con nuestros modales gastronómicos.
Percy y Luis se adelantaron en el camino y con César conversamos muy de vez en cuando, a la muerte de un obispo, como se acostumbra decir. Un saludo cariñoso para César Gallegos.