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sábado, noviembre 23, 2024

EL ÚLTIMO REY

Desde hace tiempo la monarquía británica se limita a cumplir un rol decorativo y de entretenimiento en la vida de los ciudadanos del reino, la coronación de Carlos III, sospecho, marca un hito en lo que en poco tiempo marcará el fin de una época.

El rito medioeval de la coronación fue un espectáculo que atrajo la mirada del mundo por lo anacrónico de sus escenas, fue como rescatar del pasado movimientos propios de una película histórica.

Los líos de alcoba que rodean la vida de los miembros de la realeza alimentan programas y páginas de diarios que se regodean ventilando la intimidad de una familia disfuncional.

Se agota la benevolencia con la que los británicos han soportado un elemento clave para la identidad de una nación que hace siglos perdió la hegemonía económica y bélica que ejerció sobre el mundo moderno.

Arrastran la herencia de políticos brillantes que ahora les resulta imposible superar mientras va decreciendo el número de súbditos dispuestos a defender una monarquía que se extingue con el tiempo.

La impopularidad de Carlos acrecentada por la simpatía y popularidad de la princesa ausente es notoria y anticipa un desenlace que parece llegará más temprano que tarde.

Las relaciones siempre tensas con la Unión Europea y el crecimiento atropellado de nuevas potencias económicas mundiales, avizora no solamente el fin de la monarquía británica sino la urgencia de cambios radicales en la mirada del mundo sobre lo que un día fue primera potencia mundial.

El contrasentido de un ritual trasplantado en el tiempo, en plena era cibernética, es uno de los últimos espectáculos ofrecidos por la familia real británica.

 

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