Aunque los dos dependen de una cuerda para funcionar, el trompo parece más antiguo que el yoyo, por los indicios de su existencia que se remontan a 4 mil años antes de Cristo, mientras que del yoyo dos mil años después.
Trompos que bailan sin piola son los primeros y era suficiente la fuerza de los dedos para hacer bailar los pequeños juguetes.
En mi niñez la diversión comenzaba cuando había que humedecer la punta de la piola con la boca y luego enrollarla fuerte al trompo, para igualmente con fuerza arrojarlo al suelo, manteniendo la cuerda en la mano.
Hacer bailar el trompo por primera vez es toda una hazaña que se irá repitiendo todo el día, durante una larga temporada, hasta que lo pierdas en una competencia destrozado por la fuerza de uno más grande o de una punta afilada para eso mismo.
Las competencias de trompo tenían que ver, a veces, con su ubicación dentro de los límites de un círculo, pero podía ser desplazado por otro que caía sobre el tuyo y podía destrozarlo, según tamaño y calidad de la madera.
El movimiento del trompo ayuda a entender los movimientos de la tierra, además del de rotación, sobre su propio eje y el de traslación de un lugar a otro.
Si imaginamos un trompo girando en el espacio podríamos ver que el centro de gravedad parece estar siempre en el mismo lugar, pero la forma del planeta ofrece distintos grados de inclinación. Precesión de los equinoccios le dicen al cambio lento y gradual en la orientación del eje.
Si observamos bailar un trompo con mucha atención nos daremos cuenta que tiene varios movimientos, además del de rotación y traslación y son los que nos ayudan a entender los cambios climáticos. Más aún, la oscilación periódica del polo de la Tierra cambia debido a las fuerzas externas de atracción entre la Luna y el Sol y también de la posición de la galaxia con otras similares o mayores. En dos palabras: trompo didáctico.