Un país como el nuestro, con graves problemas económicos admitidos hasta por el más fanático defensor del gobierno de Dina Boluarte, debe mirar con atención lo que ha comenzado a ocurrir desde ayer en Argentina. Arrancó el régimen de Javier Milei y lo único que hará en sus primeros meses será combatir una inflación desbocada y conseguir dinero para atender las obligaciones internacionales heredades por más de medio siglo de populismo.
La primera medida que dejó de ser promesa de campaña electoral para convertirse en una realidad que la izquierda no llega a comprender. Tienen igual que nosotros 19 ministerios, pero solo juramentaron 8 ministros.
Cada ministro, aquí en el Perú, significa la existencia de un despacho ministerial, con personal dedicado exclusivamente a esa autoridad. Secretarias ( más de una) chofer, personal de seguridad, un encargado de la “caja chica”, a veces un cocinero, asesores y consultores en número indeterminado con sueldos siempre muy atractivos.
Multiplicar eso por once, que son los ministros que desde ayer desaparecen de la administración pública argentina, representa un ahorro, el primero de una serie de medidas que en conjunto serán el shock económico que necesitan.
Fue en Chile donde pude observar el “paquetazo” más grande, el ajuste económico de una dimensión mayor, con violencia, con efecto apocalíptico para pasar rápidamente del control de cambios y de precios, al libre mercado, de la estatización a la privatización, de la regulación excesiva a la desregulación. A Augusto Pinochet lo acompañó un grupo de economistas que estudiaron en la Universidad de Chicago con Milton Friedman, que acuñó el proceso como un tratamiento de choque o terapia de shock, por la velocidad de estas medidas económicas, que también generan una reacción sicológica en las personas. Friedman fue un economista norteamericano, Premio Nobel, de la Escuela de Chicago a quien atribuyen haber establecido las bases de lo que después quedó en llamarse economía neoliberal, aquella que considera que la economía más eficiente está libre de toda intervención del Estado.
En el Perú Hurtado Miller anunció el fujishock el 8 de agosto de 1990, el tipo de cambio se devaluó en 227%, así de un día para otro, sin anestesia. El precio de la gasolina se disparó en tres mil por ciento y los alimentos básicos sufrieron incrementos que significaban cuando menos el doble o triple de su precio. Un equipo de asesores enviado por organismos de las finanzas internacionales ayudó a implementar una serie de medidas que comprendieron la privatización de empresas, despido masivo de trabajadores que habían inflado las planillas del Estado, eliminación de medidas que protegían de manera artificial algunas pocas industrias y se buscó rápidamente la reinserción del Perú en el sistema financiero internacional, para promover la llegada de nuevos capitales que ayuden a reactivar una economía alicaída.
Los que se viene en Argentina en estos días es un shock que puede desestabilizar al flamante gobierno de Javier Milei.