Es el artista de la promoción, la primera del Colegio Champagnat, dedicado de pies y cabeza a la pintura a la que entregó su vida desde que comenzamos a dar los primeros pasos fuera del colegio.
Nunca compartí aula con Carlos Herrera Burgos debido a que llegué al colegio a mitad de la secundaria cuando él acababa de dejarlo, para incorporarse a un seminario para hermanos maristas.
Sin embargo, diversas circunstancias nos acercaron para hacernos amigos, como el parentesco con su primera esposa y la amistad con Julio su hermano menor, de quien no sé nada desde hace muchos años.
Cuando era muchacho y no había dinero para comprar oleos ni lienzos era capaz de hacer obras de arte en una hoja de papel con el humo de una vela.
La última vez que vi a Carlos, el Kiriro, fue en el Congreso de la República cuando fue premiado en la sala Quiñonez, por el congresista Miki Martorell, de la misma promoción.
El doctor Gustavo Liendo Portocarrero, también promo, fue el encargado de hacer una reseña de la trayectoria del Kiriro. Lo acompañamos un puñado de sus amigos residentes en Lima.
Ha expuesto sus obras en galerías de los Estados Unidos de Norteamérica y seguramente otros países en los que valoran su arte tal vez mejor que en el Perú.
Amigo de todos, buen hijo y ejemplar padre ha desarrollado una gran destreza en el manejo del pincel, la combinación de colores en obras de diferentes estilos, rescata imágenes de una ciudad que cambia de manera vertiginosa y por eso también los trazos a veces violentos de una propuesta audaz, atrevida, arriesgada y hasta temeraria.
Lo tientan los grandes formatos y puede transformar la fachada de una casa en otra de sus obras que puede ser de dimensión monumental.
Kiriro es uno de los más grandes pintores de Tacna que, con ese espíritu libre de los artistas, visita ciudades y contagia de color a quienes aprecian el arte.