Este dicho tiene otra versión que dice ”Chica es la capa del diablo, por un lado tapa y por el otro destapa”.
Aplican de manera especial en personas que incurren en actividades incorrectas, prohibidas, delictivas confiadas de manera imprudente, irreflexiva, creyendo que nunca serán descubiertas, hasta que de pronto, cuando menos esperan, tienen que responder por todo aquello que creían jamás sería revelado y permanecería eternamente oculto.
Pareciera que las cosas malas se acumulan hasta que llega un momento en que todas juntas se revelan y hay una gran conmoción.
Es lo que está sucediendo con personajes de la política nacional, del más alto nivel, que después de hacer alarde de un poder que solo les fue prestado, luego de comportarse de manera insolente, irrespetuosa, irreverente hasta con miembros de su propia familia, deben hincar las rodillas para suplicar perdón por todas sus culpas.
En ese espejo se deben mirar Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, las encuestas revelan un desgaste prematuro, nunca antes visto en gobierno alguno.
Castillo y Cerrón podrían ir conversando con Nakasaki, defensor de presidentes corruptos, especialista en estirar como chicle los procesos y minimizar las eventuales sanciones. Esa es su chamba.
Las reuniones en la casa del Jirón Sarratea son la madre de muchas de sus culpas, de su afán por intervenir en los ascensos militares y policiales, el preludio de concesiones amañadas, de nombramientos conversados, del copamiento arracimado, de amistades negadas, de reuniones prohibidas, de noche, a la luz de la luna, a escondidas, convertidas ahora en conversación predilecta sobre las que no se habla más, no se vuelve a preguntar, vetadas para periodistas, no sean chistosos, a ustedes que les importa.
Los más inteligentes, como los motociclistas, protestan en Breña y ponen el dedo en una llaga que no cierra, que no se borra, que no se cura, que no se olvida.