Tuve que dejar pasar unos pocos días para atreverme a escribir esta nota, después de enterarme por casualidad que mi querida amiga y colega Clara Claros falleció hace unos meses, casi un año.
Nadie me dijo nada hasta que escuche eso que no estaba preparado para aceptar, la muerte de una muchacha que era pura bondad, una periodista de esa raza de colegas que no tranza con nada ni con nadie que no sea con la verdad.
Fue la primera amiga que tuve en La Industria de Trujillo y me ayudó en pocos minutos a entender cómo podía leer todas las notas, corregir todas las páginas desde mi computadora. No conocía las Mac.
Los computadores que usan el sistema operativo Windows reciben el nombre de PC, que significa computador personal. A los que usan el Mac OS X, se les llama Mac. Ambos tienen un aspecto y características diferentes.
Lo de la tecnología era lo de menos, tenía que entender la idiosincrasia del público, distinta a la de mis iniciales lectores de Correo de Tacna y de La Crónica de Lima. Especialmente de los dueños.
Clara fue una de mis guías en la historia de Trujillo, se las ingenió para que conozca la valiosa herencia de esa ciudad con un pasado que tiene que ver con la cultura Moche y los gritos por la independencia nacional. La cuna de Haya y su revolución.
Clara era una niña que gustaba leer historias como las de Harry Potter y más de una vez me encargó comprar el último libro que ya vendían en Lima.
Después de dejar La Industria seguí visitando Trujillo y siempre que pude la busqué para conversar y compartir un chifa, cerca de su casa.
Clara fue una de las tantas personas que me hicieron querer a esa ciudad maravillosa que me ocultó su muerte, seguramente para que no sienta la tristeza que hoy siento por su partida. No pierdo la esperanza de volver a encontrarme con ella para seguir esa charla agradable y divertida.