El NO de Chile es a un mamotreto elaborado por la izquierda radical que quisieron convertir en nueva Constitución. Es NO a cambiar de nombre al país y ponerle el huachafo sobrenombre de plurinacional, es NO es a fragmentar su territorio con privilegios a pueblos indígenas, el “derecho” al aborto o el “derecho” al agua.
El No de los chilenos es a la estatización de la educación, la salud y el sistema de pensiones. Es un rotundo NO a reemplazar el poder judicial por un sistema de justicia integrado por 17 personas, entre ellos ocho jueces, dos indígenas y otros cinco miembros nombrados por el Congreso.
En el espejo de Chile deben mirarse la cara el gobierno peruano, Cerrón, Bermejo, Verónica Mendoza y Antauro Humala. Todos los radicales que machaconamente quieren imponer una asamblea constituyente.
Nadie duda de la necesidad de adaptar la constitución y las leyes a los cambios que impone la modernidad y la globalización. Lo que está mal es que la izquierda pretenda subirse al carro y agarrar el timón de manera irresponsable.
Nuestros pueblos están acostumbrados a tener gobiernos con pluralismo político, tolerancia a la oposición democrática, libertad de prensa, respeto a la propiedad privada y la economía social de mercado.
La izquierda chilena sufrió ayer el mayor de sus fracasaos, con un resultado que golpea en el rostro a Gabriel Boric y su gobierno, por culpa de una asamblea mal constituida con criterios como tener representantes de “pueblos originarios” o falsos independientes.
62% dijo NO y 38% SI y eso ocurre cuando se pretende burlar el principio básico de la democracia que asigna a cada persona un voto.
Cuando se pretende burlar esa regla elemental el resultado siempre será el mismo. Pedro Castillo y compañía deben aceptar y convencer que en primera vuelta solo tuvieron 18.92 % y los votos nulos y viciados sumaron más del 30%.
El gran perdedor de ayer en Chile fue el Foro de Sao Paulo, instigador, promotor y responsable de la asonada sudamericana para tratar de imponer regímenes comunistas.