Son las mamás las que inventan palabras para comunicare con los bebitos y por ahí debe estar el origen de una que todavía no es aceptada por la Real Academia de la Lengua.
Chichiu se usa para referirse a una pequeña herida que suelen sufrir los niños pequeños, proclives a las caídas y tropezones cuando están aprendiendo a caminar.
A veces es un simple moretón que con un “sana, sana, potito de rana, si no sana hoy sanará mañana” distraen a la criatura mientras frotan el lugar que sufrió el golpe.
Y esos chichius son los que van marcando el camino de la vida donde, más adelante, con los años, encontraremos heridas más profundas, no sé si por los golpes que alude Vallejo, que abren zanjas oscuras porque así lo quiso un Dios que, dice el poeta, también sabe odiar.
Los chichius de los niños son superficiales, generalmente, jamás llegan al alma ni los manda ningún heraldo de la muerte.
Los chichius son parte de un idioma inventado para hacer menos doloroso el dolor, más llevadero el infortunio, menos traumática la caída.
A veces se aplica a objetos o ropa, aunque en esos casos recurren a otra palabra creativa que es la yaya. Entonces la ropa que se rompió o llegó fallada, tiene yaya y lo mismo sucede con muebles, adornos, instrumentos y hasta vehículos.
En países vecinos como Chile y Colombia la yaya reemplaza al chichiu y significa lo mismo. En cambio, la palabra chichiu suelen asociarla a veterinarias, a lugares dedicados al cuidado de mascotas.
Las notas que escribo de madrugada, algunas veces con apuro, incurren en errores, son notas con chichiu.
Añañay, achachau o ajajau las dejo para otro día porque merecen otras explicaciones.