Con la camisa de once varas ocurre algo parecido a lo que sucedió con las barbas en remojo, que inicialmente se referían a las bardas y en este caso ocurre que hablaban de la cañiza, que era una especie de cerco desmontable para resguardar rebaños durante la noche, que armaban los pastores con cañas y telas, llamado “cañiza”.
Cada vara mide 84 centímetros y una cañiza de once varas equivalía a un área pequeña para reunir numerosas ovejas que apretujadas hacen muy difícil que una persona pueda caminar entre ellas. Salir de una cañiza se convierte entonces en una tarea difícil, complicada.
Te has metido en una cañiza de once varas, era el dicho.
Otra teoría apunta a una ceremonia que se estilaba en Europa, en la edad media, cuando un padre o una madre adoptaba a un niño debía meter a la criatura por una manga y sacarla por el orificio de la cabeza y una vez extraída le daban un beso en la frente, en señal de aceptación de la paternidad.
Se trataba de una camisa grande, preparada especialmente para este acto, aunque las dimensiones resultan exageradas debido a que once varas equivalen a poco menos de 10 metros de tela, como para un gigante.
Once varas son pocas para un corral pero muchas para una camisa.
Ahora meterse en camisa de once varas significa entrar en algún problema que no te incumbe y del que al final no obtendrás ningún beneficio.
Son cientos de entusiastas compatriotas los que se han lanzado como candidatos a la presidencia de la república o al congreso, sin ninguna posibilidad de éxito, sospecho se han metido en una camisa de once varas.