En las elecciones de hoy además de escoger a un nuevo presidente vamos a decidir la suerte de Odebrecht y la mafia brasileña que durante décadas estuvo medrando del presupuesto nacional. Y sigue en eso.
El caso Lava Jato estalló en Brasil el 2014 y se llama así por el primer local allanado por la policía. Un lavadero de autos, fachada de una mafia dedicada al lavado de dinero de la corrupción.
Identificaron a los que movían extrañas fortunas desde el lavadero. Uno compró una bonita camioneta 4×4 que terminó en manos de un director de Petrobras. La madeja de coimas reveló un océano de actividades ilícitas y el de la camioneta decidió colaborar con la justicia a cambio de prisión domiciliaria.
Luis Inácio Lula da Silva fue presidente de Brasil entre el 2003 y 2011 y durante su gobierno se montó un sistema de corrupción con fines políticos, que favoreció a grandes empresas contratistas entre las que está Odebrecht.
En marzo de 2016, Lula fue condenado a nueve años y seis meses de prisión. Otros altos funcionarios recibieron condenas de entre 15 y 20 años. El esquema de coimas en Petrobras, a cambio de obras de construcción, comenzó en Brasil en 1997 y los daños económicos suman varios miles de millones de dólares.
En diciembre de 2016 la constructora brasileña Odebrecht aceptó haber sobornado con 788 millones de dólares a funcionarios públicos de 12 países, entre ellos el Perú. Cinco empresas constructoras brasileñas vinieron a Lima y operaron con el mismo esquema de obras sobrevaluadas a cambio de coimas.
Los involucrados en el Lava Jato peruano son los ex presidentes Toledo, García, Humala y Kuczynski, los ex alcaldes Villarán y Castañeda y varios ex presidentes regionales. Nunca detuvieron a funcionarios de las empresas brasileñas, ni condenaron a ejecutivos de empresas peruanas, ni a los malos jueces y fiscales que actuaron en complicidad con la mafia.
Odebrecht siguió y sigue operando en el Perú y desde sus oficinas digita acciones para destruir a quienes pretendan pronunciar su nombre. Abogados, jueces y fiscales se las arreglan para que el Estado siga entregando cientos de millones de dólares a cambio de nada. Apenas unos cuantos millones alcanzan y sobran para hacer que todos bailen al ritmo de la samba.
Odebrecht siempre estuvo en las elecciones, repartió dinero a todos los partidos, cuando entregar aportes para campañas electorales no era delito, pero igual encarcelaron a Keiko.
Los grandes ladrones, los que entregaron obras sobrevaluadas por coimas siguen libres. Los de Odebrecht y otras empresas brasileñas siguen libres, los constructores peruanos que fueron sus socios siguen libres, los malos jueces y fiscales siguen en sus sitios. Ahora necesitan un presidente digitado desde Sao Paulo que mantenga el engranaje.
Corrupción puede haber en todo el mundo, pero no impunidad y mucho menos de la manera tan grosera como se da en el Perú. Hoy con su voto, el pueblo decidirá lo que la justicia y el gobierno no se atreven.