Esta madrugada nació Gabriel, hijo de Luis Javier el menor de mis hijos y Milagritos, razón por la que estuvimos pendientes toda la noche acompañándolos desde lejos, pero siempre al lado de ellos con nuestros corazones y mentes. Estamos felices y comparto con ustedes la alegría de nuestra familia.
Llegó en una madrugada premiada con un triunfo del equipo de fútbol nacional sobre Bolivia, en Arequipa, en un horario inusual debido al retraso de los vuelos ocasionado por el accidente del viernes en la pista del aeropuerto de Lima.
Nace el mismo día que debe llegar al Perú una delegación de la OEA convocada por el gobierno, desesperado por una crisis política generada por los múltiples actos de corrupción que involucran al presidente Pedro Castillo, familiares, amigos, ministros y congresistas.
Lo único bueno que debería hacer esa delegación y dudo mucho lo haga, es propiciar una mesa de diálogo que desemboque en la convocatoria a nuevas elecciones generales.
El gobierno ha comprado congresistas de la oposición y de esa manera confía nunca lleguen a alcanzar los votos para vacar al presidente por incapacidad moral permanente, como se aplicó antes a Fujimori y Vizcarra.
Gabriel nace cuando en toda Latinoamérica, en la mayoría de países, existen gobiernos encabezados por políticos de extrema izquierda arropados por el Foro de Sao Paulo, que se formó como respuesta de sobrevivencia política, luego de la caída del muro de Berlín, que la humanidad creyó sería el fin del comunismo.
Ese sistema político fracasó, pero no lo quieren entender así quienes ahora en esta parte del continente persisten con teorías estatistas para acomodar cúpulas partidarias que roban escondidos tras cortinas populistas.
La miseria en la que viven Cuba, Venezuela y Nicaragua puede hacer metástasis y alcanzarnos muy pronto, salvo que el pueblo se pronuncie en las calles como anteriormente ocurrió durante el experimento del socialismo castrense en la década del 70.
Nació Gabriel y sus padres y abuelos estamos preocupados por el giro de la política nacional que puede convertir el país en otro paraíso de la corrupción, donde poco o nada valen derechos humanos como democracia y libertad.
Desde donde estoy, jubilado, haré todo lo que esté a mi alcance para evitar que eso suceda y desde la humildad de estas páginas seguiré luchando por combatir el abuso de poder, la corrupción y el empeño por instaurar anacrónicas teorías políticas que han fracasado en el mundo entero. Bienvenido Gabriel.