Apenas hace un par de días publiqué “veo cada vez más difícil que en arrebato de cordura el presidente se desmarque de Sendero Luminoso, se deshaga de personajes incompetentes y asegure la continuidad de su mandato de cinco años con gente de izquierda ajena por completo al narcoterrorismo”.
Esta vez me corresponde reconocer, felizmente, que me equivoqué. Castillo está demostrando con los hechos que es lo suficientemente cuerdo para desmarcarse del narcoterrorismo, de Sendero Luminoso y de personajes incompetentes. Cambió a siete ministros.
Apartó a Guido Bellido de la presidencia del Consejo de Ministros y a Iber Maraví del Ministerio de Trabajo, que estaba al borde de la censura y amenazaba arrastrar con él, de manera prematura, a todo el régimen que recién empieza.
Castillo se dio cuenta que de seguir con la monserga de la cuestión de confianza conseguiría imprudentemente comprometer su permanencia en la casa de Pizarro y la estabilidad política del país, bastante dañada en apenas dos meses por la presencia de esos ministros salientes.
Es bueno saber que aparta también al ministro de Cultura, otro personaje que con méritos propios se inscribió voluntariamente en la lista de los indeseables.
Es una derrota para la izquierda que, sin embargo, gana tiempo para seguir con su propósito de apuntar hacia el objetivo mayor de la asamblea constituyente, que pretenden mediante la recolección de firmas buscando dejar de lado al congreso de la república, única vía legal establecida para ese propósito.
Debemos tener muy claro que no existe, constitucionalmente, la vía del referéndum. Solamente a través del mismo congreso es posible hacer todos los cambios que buscan para imponer una constitución comunista.
La prisión preventiva impuesta a los dinámicos del centro excluye curiosamente a los hermanos Cerrón y a Bermejo, directos beneficiarios de la mafia huanca. Es hora que los miembros del sistema judicial actúen como les corresponde y dejen de reptar como lagartos.
Sinceras felicitaciones a mi paisana Betssy Chávez, reemplazante de Maraví, quien demostró su valentía de tacneña el día que denunció públicamente la existencia de una izquierda bruta y achorada.