De baja estatura, terno oscuro, corbata negra y una paciencia muy grande, como de profesor de primaria, para explicar sus ideas sobre las soluciones que requería Lima para sus principales problemas. Fue abogado laboralista y le decían “frejolito”.
Así recuerdo a Alfonso Barrantes Lingán, cuando frecuentaba la cafetería elegante, alfombrada y silenciosa del Instituto Jaime Bausate y Meza y la Asociación Nacional de Periodistas, en el Jirón Huancavelica, a principios de los años 70.
Acudía invitado por algunos profesores y después animado seguramente por el interés de los grupos de estudiantes que lo rodeábamos, para escuchar a quien se perfilaba como importante dirigente de la izquierda criolla.
Eran tiempos de dictadura militar, de socialismo castrense y los zurdos se habían convertido en los principales aliados de un gobierno que se juraba revolucionario. Dejó atrás los días de prisión en El Frontón, cuando el delito que le colgaron fue de seguir los dictados del comunismo internacional.
Una década después se convirtió en el primer alcalde izquierdista de Lima, elegido en las urnas y entre sus principales logros figura “El vaso de leche”, un programa de ayuda social dirigido a los niños, inspirado en “La gota de Leche” que existió anteriormente para combatir la desnutrición infantil, que sigue siendo hasta hoy uno de los graves problemas nacionales.
También usó los recursos municipales para facilitar la creación de Huaycán, para dar la posibilidad de techo propio a gente pobre. Se ausentaba del cargo para viajar a La Habana, donde recibía tratamiento médico y era reemplazado por el Teniente Alcalde Henry Pease.
Pretendió luego la presidencia de la república, pero fue vencido por Alan García Pérez en las elecciones de 1985.
Falleció víctima de cáncer, el 2 de diciembre del año 2000.