Cada cosa y cada quien tiene su propósito y su lugar, debemos aceptar y decir lo que debemos decir con claridad, tal como son las cosas, tal como ocurrieron los hechos, sin dudas, directamente, sin mucha vuelta.
A veces la vida nos enfrenta a situaciones difíciles, en circunstancias en las que preferimos no estar, pero hay que afrontarlas con sinceridad y valentía y es cuando nos corresponde narrar lo sucedido.
Los periodistas afrontan a diario este desafío y dejando a un lado simpatías o antipatías se ven obligados a contar los hechos.
A veces hasta les duele decir que una persona murió y buscan suavizar la historia diciendo que dejó de existir, falleció.
El origen de la frase surge a partir de discusiones entre Ítalo Calvino, Martín Lutero y Ulrico Zuinglio sobre la eucaristía y si efectivamente representan el cuerpo y sangre de Cristo.