El dolor del alma es más intenso que el que podemos sentir en cualquier parte del cuerpo, es como un castigo que cae del cielo para hacernos pagar por todas las culpas que pensamos olvidadas.
Es lo que sentí cuando esta mañana me enteré del fallecimiento de la hermana de mi suegra, Martha Arce de Morante, madre de Martha y Carlos Morante, abuela y bisabuela de una familia que hoy la llora por su partida.
Mis hijos, por quienes tuvo siempre un especial cariño, la veían como la otra abuelita que nunca conocieron y tienen también por ella un afecto de esos que no se borran nunca, ni con el tiempo. Al contrario, siempre se acuerdan de ella como la tía Martita, la tía de Tacna.
Las que fueron sus alumnas seguramente podrán dar testimonio de su actividad magisterial y hoy acompañan a sus hijos, sus sobrinos, su familia, en esta hora de dolor. La Tía Martita se ha reencontrado con el Tío Carlitos que allá en el cielo la estaba esperando