El dicho se refiere a que las personas pueden tener una sucesión de victorias en su vida, hasta que también les llega el momento de conocer la derrota. Alude a la batalla que significó el fin del sueño de Napoleón Bonaparte.
La Grande Armée, llamaban al ejército imperial francés, llegó a tener más de medio millón de soldados la mitad de los cuales eran franceses y la otra mitad formada por ejércitos que Napoleón fue incorporando luego de conquistar sus territorios. Había polacos, austríacos, italianos, bávaros, sajones, croatas, daneses, serbios, españoles, portugueses, prusianos y suizos.
Napoleón consiguió unir a todos los reinos en su contra y tuvo que pelear a la vez contra británicos, rusos, suecos, austríacos y napolitanos.
Waterloo fue la última de sus batallas y el fin de los sueños imperiales de un guerrero que movilizó grandes ejércitos para lograr grandes victorias.
Nació el 15 de agosto de 1769, un año después que Francia compró la isla de Córcega a la república de Génova y le cambiaron el nombre de Napoleone di Buonaparte por Napoleón Bonaparte.
Su padre era abogado representante de Córcega en la corte de Luis XVI y su madre María Letizia Palomino lo bañaba todos los días cuando la costumbre aconsejaba lo hicieran solamente una vez al mes.
Cuando tenía 51 años volvió a ensuciarse con el barro de una lluvia inusual motivada por la erupción del volcán Tambora y esta vez cambió su historia para siempre.
Napoleón fue un gran matemático, brillante estratega, alcanzó 21 grandes victorias militares, frente a distintos y poderosos ejércitos a los que sorprendió y supo vencer en el campo de batalla, pero generalmente se le recuerda a partir de su gran derrota en Waterloo, entrampado en el lodo, un día como hoy, el 18 de junio de 1815.