Hubo un tiempo, no muy remoto, en el que todavía no se ponían de acuerdo para establecer el sistema de pesas y medidas que hoy rige en el mundo entero.
Entonces los cálculos, las mediciones se hacían al ojo, como se les ocurría que podía medir o pesar algo y los expertos eran los fabricantes de cubas, pequeñas vasijas que usaban para medir por ejemplo el contenido de vino.
Un buen cubero tenía buen ojo para calcular pesos, alturas, largos y anchos y especialmente volúmenes de líquidos.
A ojo de buen cubero este comentario no debe exceder de cuatro párrafos, puesto que corro el riesgo de aburrir abusivamente a mis queridos lectores.