Saña es uno de los distritos de la provincia de Chiclayo, en la región Lambayeque que hasta pudo ser la capital del Perú, de no mediar dos hechos infortunados que la afectaron gravemente.
Antes de los españoles Saña fue capital de una civilización que floreció a partir del siglo II de la era cristiana. Walter Alva es un brillante arqueólogo qué, a fuerza de empeño, paciencia y saber contagiar el optimismo que lo inclinó por una profesión muchas veces olvidada, pudo rescatar con sumo cuidado, de la profundidad de una pirámide de tierra, los restos de quien fue el soberano más poderoso de todos los que habitaron el norte del Perú.
El Museo de las Tumbas Reales del Señor de Sipán, es uno de los grandes atractivos turísticos que exhibe esta región.
Con la llegada de los españoles y por escasez de mano de obra, compraron esclavos africanos dedicados especialmente a la agricultura. Fue una población muy numerosa, que supo dejar su huella cultural. Luego trajeron japoneses y chinos.
Piratas que ansiaban el oro inca acumulado por los conquistadores llevaron un día a uno de los mayores actos de barbarie cometidos contra este pueblo. Asesinaron a los varones, violaron a las mujeres y destruyeron templos y residencias en un imperdonable saqueo.
Años después se produjo el desborde del río Saña que terminó por destruir la ciudad y empujar a su población hacia otros lugares cercanos, pero más seguros. Fue uno de esos fenómenos de El Niño que se produjo con tal fuerza que destruyó la mayoría de las casas, caminos, puentes y áreas de cultivo. Una muestra de lo que fue el diluvio universal.
El Museo y los restos de una ciudad devorada por la historia quedan hoy en Saña para entretener el lente y la curiosidad de la inagotable viajera Lupe Chávarri.
A lundero le da,
al lundero le da,
al lundero le da, Saña
al lundero le da.
