Monopolio es el juego de dados, casitas y tarjetas que simulaban títulos de propiedad que compartí en la niñez con mis vecinos Grajeda y Gutiérrez Rocaful, entre otros, lanzando dados, acaparando propiedades, para que el adversario que pase por ahí pague y más si le agregaba casitas y hoteles.
Después nos enteramos que los monopolios generalmente son dañinos y combatidos con leyes debido a que atentan contra los consumidores. Si existe un solo fabricante de cerveza tendremos que pagar el precio que se le antoje por falta de competencia.
Así ocurre con los demás bienes y servicios v todo tiene que ver con la ley básica de la economía, de la oferta y la demanda. A mayor oferta menor precio y a mayor demanda, el precio sube.
Cuando había solo una compañía de teléfonos el servicio era pésimo, caro y escaso. Podías pasar años esperando que instalen un teléfono en tu casa o negocio. Terreno propicio para la corrupción.
Con los años y la privatización aparecieron otras compañías que mejoraron el servicio y bajaron los precios. Son reglas básicas y elementales que algunos olvidan a propósito cuando anteponen prejuicios políticos, ideologías reñidas con la ciencia y la realidad.
Es está pasando con las vacunas. Solamente una compañía proveedora, Sinopharm, con precio promedio mucho mayor a la competencia. El gobierno anuncia que negocia con varias otras pero mientras medio mundo avanza rápidamente con la inmunización, aquí sigue muriendo por una demora que causaron siempre otros. Ni siquiera existe seguridad de terminar pronto la primera fase que comprende a policías y bomberos. No hay fecha. ¿Cuándo?
Estados Unidos, México, Israel y la India, solo por citar algunos, permiten que el sector privado intervenga en la vacunación y no como comparsa.
¿El monopolio estatal es bueno? La historia tan sencilla y cercana de los teléfonos nos dice que no y Sagasti tendrá que prestar a su sicoanalista amigo para que nos explique desde cuándo las leyes antimonopolio no sirven para las vacunas.