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sábado, junio 7, 2025

CONOCÍ EL ANTIGUO AEROPUERTO POR DENTRO

Conocí muy de cerca el ahora antiguo aeropuerto Jorge Chávez, donde tuve el privilegio de trabajar durante tres años, encargado de las comunicaciones internas de la CORPAC, la entidad que administra todos los aeropuertos del país.

Eso ocurrió hace mucho, al comenzar los 70, cuando ese bello edificio tenía poco tiempo de inaugurado y sus  escaleras eléctricas llamaban la atención de los viajeros y de quienes acudían a recibir o despedir a sus seres queridos, fueron de las primeras que hubo en el país.

Mi oficina en el cuarto piso era parte de la gerencia de relaciones industriales, los dos primeros pisos son los destinados al tránsito de los viajeros, en el tercero había un auditorio que se usaba muy pocas veces y en el último piso estaba el acceso a la torre de control, prohibido para el personal no autorizado.

El presidente del directorio era el general FAP ® Pedro Vargas Prada Peirano, el mismo del triunvirato que gobernó el país primero con el general Ricardo Pérez Godoy y luego con el general Nicolás Lindley López.

Tuve la suerte de ser llamado frecuentemente para conversar e incluso acompañarlo en algunos de los viajes que hacía para constatar la ejecución de obras en los aeropuertos del interior del país y recoger información que luego publicaba en una pequeña revista de distribución entre los trabajadores.

Otras veces acompañaba al gerente general Francisco de la Lama Abatti, hasta que aprendí a viajar solo para conocer no solamente los aeropuertos y la gente que trabajaba en ellos, sino todo el país.

Al comienzo, por trabajar en el ”Jorge Chávez” sentí la sensación de estar con un pie fuera del Perú, pero a medida que recorrí tantos bellos lugares, en tantas nuevas ciudades, fui perdiendo el interés por salir al extranjero y me enamoré de mi patria.

En ese tiempo había pocas compañías de aviación, pocos vuelos y personal, razón por la que todos nos conocíamos y me estaba permitido transitar libremente por los espigones, oficinas, restaurantes y dependencias anexas a los almacenes, como el pequeño cuartel de bomberos.

Tocó la casualidad que en la oficina de meteorología encontré a un pronosticador del tiempo que había conocido cuando trabajó en Tacna.

Una pequeña imprenta me facilitaba la impresión de boletines y comunicados con los que la gerencia anunciaba nuevos nombramientos, disposiciones laborales, felicitaciones por ascensos, previsiones por días festivos, etc.

Tres o cuatro buses de la empresa hacían largos recorridos para recoger temprano al personal, por rutas que comprendían las principales avenidas de Lima y nos devolvían por la tarde. Entonces no había la cantidad de servicios de transporte público que existe en estos días, era complicado llegar hasta ese apartado lugar del Callao.

Todavía no existían las computadoras portátiles, ni teléfonos celulares con cámaras fotográficas incorporadas, por lo que me convertí también en fotógrafo, con una cámara profesional que aprendí a usar a la fuerza.

Trabajar en el aeropuerto me convirtió en un referente para familiares y amigos viajeros que no dudaban en buscarme y eso ocurrió por ejemplo con mi prima Lily Aldridge, recién casada, con quien junto a su esposo conversamos durante horas en el restaurante internacional mientras esperaban la conexión que la llevó a Estados Unidos y no volví a ver nunca más.

Algo parecido ocurrió con mi amigo Roly Gutiérrez Rocaful, cargado de cadenas de oro, como Mario Baracus, debido a que durante el gobierno de Velasco resultaba muy difícil conseguir dólares.

El sindicato de trabajadores tenía una oficina en uno de los edificios vecinos y me facilitaban su mimeógrafo para imprimir separatas de algunos cursos de San Marcos que preparaba Beto Rejas.

Me dolió renunciar a todo eso, pero fue necesario para seguir el camino que escogí para continuar con el deseo de hacer periodismo.

Hoy, con un nuevo aeropuerto volteo la mirada y saludo a mis ex compañeros de trabajo, la mayoría en el cielo y les expreso mi agradecimiento por haberme permitido compartir la extraordinaria experiencia de trabajar en el “Jorge Chávez”.

 

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