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sábado, noviembre 23, 2024

TORTA DE MIL HOJAS

Cuando me preguntaban qué es lo que quería para mi cumpleaños elegía siempre la torta de mil hojas, con crema pastelera, por encima de cualquier juguete, cualquier otro regalo.

Y eso significaba que tenían que encargar el trabajito a los Rochetti o a la señora Mantegazza, que eran de los pocos expertos en su preparación, una de las más laboriosas, más difíciles.

El origen de estas tortas, dicen los expertos, está en Francia (Mille-feulle), aunque en Tacna sospecho fueron los italianos quienes trajeron este dulce, como los cachitos de crema pastelera.

La masa es de hojaldre, no lleva ningún tipo de levadura química, solamente harina, agua, mantequilla, sal y azúcar. El amasado, la preparación, pasa por etapas de enfriamiento, estirar la masa con rodillo solo en una dirección, darle vueltas, dejarla reposar mejor dentro de una refrigeradora, por la mantequilla, y volver a estirar y repetir el proceso tres a cuatro veces.

La crema pastelera es igualmente laboriosa debido al cuidado que deben tener “para que no se corte”. Los ingredientes son leche, maizena, azúcar, mantequilla y yemas de huevo. La complicación está en el cuidado al mezclar y cocinar los ingredientes, a fuego lento y que no se formen grumos.

Luego de hornear la torta, generalmente rectangular, le espolvorean azúcar impalpable, azúcar en polvo y a veces les hacen dibujos alusivos, con manjar blanco, como feliz cumpleaños.

Suelo encontrar pasteles de mil hojas con crema pastelera en Lima, en la cafetería Berisso, que cae muy bien con una taza de café. No sé cómo está eso ahora con el coronavirus, sospecho padeciendo las restricciones propias para protegernos de la pandemia. En dos palabras: delicioso manjar

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