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sábado, noviembre 23, 2024

CARTA LLEGÓ

En el primer piso, en uno de los departamentos del Block “D” vivía la señora Chocha, madre de Maruja, Coco y Chamaco Arenas Gonzales y encargada de administrar la oficina de Correos que era sitio obligado de visita para los residentes de las 200 casas, en Tacna.

El Correo, las cartas, eran la forma como las personas se comunicaban con sus familiares que vivían en otras partes, otras ciudades, otros países y llevar o recoger una carta o telegrama era parte de la rutina de algún miembro de cada familia.

Un mostrador de madera dividía la sala en dos, una parte para los usuarios y al otro lado, pegado a la pared, un mueble con numerosos casilleros con todo el abecedario, donde colocaban los sobres con la correspondencia.

Para despachar una carta había que comprar estampillas, con distintas figuras y precios, según el destino al que iba dirigida. Costaban más las enviadas a otros países y algunas que recibían un tratamiento especial y llamaban “certificadas”. Las estampillas de las cartas que llegaban del extranjero eran las más preciadas por quienes gustaban coleccionarlas. La filatelia era una afición muy popular, en todo el mundo.

A la oficina del Correo de las 200 llegaba todos los días un ciclista, amigo de todos, que anunciaba su llegada haciendo sonar la campanilla de la bicicleta y se ganaba el ladrido de más de una mascota.

La señora Chocha tenía siempre una frase amable para con todos los que acudían a preguntar por esa carta que unía a las personas con sus seres queridos, sabía que cumplía una tarea de gran sentido social.

Maruja preparaba deliciosas tortas y postres que vendía en establecimientos cercanos, mientras sus hermanos se graduaron de profesores y alternaban el magisterio, Coco con la administración de un conjunto musical y Chamaco con trabajos en estaciones de televisión.

A nadie le podía pasar por la cabeza que con las nuevas tecnologías el servicio postal dejaría de tener la importancia que tenía en esos días.

 

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