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sábado, noviembre 23, 2024

EL SAPITO PORTUGAL

Menudo, bajo de estatura, delgado y con uno de sus brazos o antebrazo torcido, como consecuencia de la rotura del húmero, radio o cúbito o tal vez todos, producto imagino de la caída de algún olivo o peral de una chacra vecina, Juan “Sapito” Portugal era un travieso vecino de un segundo piso del block G, hábil jugador de fulbito, 7 y 1/2 y yan ken po.

Y claro que como Lizandro “Chano” Nieves, Juan “Mellizo” Varillas, Juan “Chiricuto” Zegarra, Patricio Soto, Walter Bolaños, Tito y Quique Liendo, Hernán Eyzaguirre, Coqui León, Roberto y Rolly Gutiérrez Rocaful, Mario Oyarce, Carlos Guillén y tantos más, gozábamos subiendo al “avión” que era un nudo de eucaliptos en el centro del jardín.

En el Perú decimos que alguien es muy sapo cuando es habiloso para obtener información o sacar provecho de cualquier circunstancia. “Vamos a sapear” es equivalente a vamos a mirar, vamos a enterarnos.

Y los apodos, que nos acompañan hasta el final de nuestros días, pueden influir positiva o negativamente en la formación de la personalidad. Algunas veces ocasionan complejos y otras, como me imagino ocurría con el “Sapito”, los empujan a hacer honor a la chapa.

Supe que al terminar la secundaria estudió derecho, una profesión para gente con capacidad de negociar, persuadir, argumentar y convencer, supongo en Arequipa, debido a que en esos días no era posible estudiar en Tacna otra cosa que no fuera pedagogía.

Recuerdo tenía un hermano o primo, mayor que nosotros, el Pepe Portugal, que gozaba de gran prestigio como profesor en la comunidad magisterial.

El “Chano” Nieves me contó que aunque vive hace 19 años en Lima, cada vez que va a Tacna lo ve por la calle Arica, camino al colegio Santa Ana, donde supongo vive en estos días recordando las travesuras que compartimos en la niñez.

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