No se trata de ninguna pariente, cercana ni lejana, se trata de un medicamento, un ungüento árabe “atutía” preparado con óxido de zinc para el tratamiento de enfermedades a los ojos.
También le encontraron aplicación para otras enfermedades y dolencias y terminó siendo una especie de pomada mágica que servía para todo.
Cuando comprobaron que en realidad no servía para nada, lo dejaron de fabricar, aunque las familias seguían acudiendo a las farmacias y allí les decían “no hay atutía”.
El tiempo y las aguas se encargaron de modificar el dicho y nos quedamos con una expresión que nos advierte que no hay remedio, por más que lo intentemos, no se conseguirá aquello que nos proponemos.
No hay tutía grafica una frustración, una gran dificultad, insalvable, no tiene remedio.