Es un dicho de inocultable origen chileno donde a los campesinos pobres y de malos modales les dicen rotos y con el descosido pretenden un sinónimo.
Cuentan que Almagro al regresar de colonizar las tierras del Sur y luego de una penosa travesía por el desierto de Atacama, lucía tan desastroso que a todos los que venían de allá les comenzaron a decir los rotos.
Servir igual para un roto que para un descosido es que puede ser útil a todos.
Y cuando afirman que siempre hay un roto para un descosido dan a entender que todas las personas, por más miserable resulte su apariencia, siempre encontrará alguien igual a él, con quien congeniar.