Antiguamente no todos sabían leer y escribir y la necesidad de contar con documentos que registren hechos, ventas, compras o voluntades dio lugar a que existan las escribanías, preludio de las notarías, en la que los escribanos al terminar un manuscrito empleaban una fórmula que da nacimiento a este dicho, “de apalabra a palabra”, que en su abreviatura se decía de p a p, que con el paso de los años se convirtió en de pe a pa.
Gran parte de nuestra historia documental se debe a las escribanías transformadas ahora en las notarías, donde los documentos adquirían autenticidad, desde comienzos de 1500.
“Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió”.