Cuando se habla de primera línea de lucha contra la pandemia, contra el Covid 19, se menciona a médicos y enfermeras que exponen su vida a diario y durante muchas horas, tratando directamente con pacientes infectados, queriendo salvarles la vida.
Estamos en deuda con los profesionales de la salud, pero también con quienes los acompaña como auxiliares, técnicos, personal de limpieza y de seguridad y administrativos que por razones de trabajo deben frecuentar ambientes contaminados.
Y no son los únicos que están en primera línea de peligro puesto que riesgo similar corren los militares y policías, así como personal municipal encargados de velar que se cumplan las disposiciones de aislamiento social, del toque de queda. Otro tanto ocurre con los bomberos.
De lo que no se habla o se dice muy poco es de los periodistas, que desde el inicio de la epidemia han estado en primera fila para llevar la información sobre la emergencia sanitaria.
Son más de cien los periodistas muertos en el Perú en menos de un año, algunos de ellos amigos míos muy queridos, que partieron sorpresivamente, sin darnos tiempo para despedirnos, sin velorios, con sepelios solitarios, como si hubiesen recibido alguna maldición.
Con las primeras medidas para hacer frente al coronavirus despidieron cientos de colegas de diarios y estaciones de radio y televisión en todo el país y cuando el gobierno facilitó préstamos blandos a las empresas periodísticas, con ánimo de asegurar la continuidad de sus actividades.
En algunos casos usaron este dinero para beneficio propio y siguieron despidiendo trabajadores, sin piedad y a veces sin beneficios sociales.