Es una expresión exagerada, como suelen ser muchos dichos, para explicar que os problemas que nos presenta la vida, por muy grandes que puedan parecer, siempre tienen una solución y al final resultan pequeños ante la inmensidad de posibilidades que existen para resolverlos de buena manera.
No podemos dejar que éstos nos abrumen y nos tumben, es apenas un vaso de agua que no puede ahogarnos, tal vez si atragantarnos, pero debemos también ser conscientes que no va a acabar con nuestras vidas.
No podemos preocuparnos y afligirnos más de lo debido por problemas que en el fondo son de poca importancia, la cosa no es tan grave como parece.
Es una buena recomendación para no agrandar los problemas, que debemos resolverlos, sí, pero dentro de su correspondiente dimensión.