Solemos lamentar el fallecimiento de personas que pudieron ser nuestros amigos, parientes o vecinos y entre ellos siempre suele haber alguien que preferiríamos tener lejos, el antipático, el que nadie quiere y al que aplicamos el dicho: hierba mala nunca muere, parecen ser inmortales.
De los políticos que conocemos algunos van saliendo de la escena pública de manera silenciosa, evitando la publicidad y sin embargo siempre aparece por ahí un indeseable, el antipático, el que le gusta estar siempre en la televisión, “robacámaras”, el que opina de todo, aunque no sepa nada de nada, ese que parece eterno al que decimos hierba mala nunca muere.
Ocurre también con la oveja negra de la familia, ese que siempre va a caminar chueco y sucede también con el dirigente deportivo, el que vive del cuento, el delincuente, el indeseable.
Puede estar padeciendo alguna enfermedad y se presume un pronto desenlace, pero siempre sabe salir del mal trance.
También usamos la frase para levantar el ánimo de algún paciente cercano, alguien que padece una enfermedad y le decimos así para darle ánimo que saldrá victorioso, que podrá ganarle a la enfermedad.