Es un dicho que se escucha cada cierto tiempo en los debates del congreso de la república, cuando surgen acusaciones de deshonestidad y los parlamentarios de tiendas opuestas de pronto lanzan la frase que suena como a sentencia judicial.
El dicho nos revela la facilidad con la que algunas personas piensan mal de otras, especialmente cuando se trata de conductas reprobables, de actos reñidos con las leyes, la moral y las buenas costumbres.
Se trata, como en muchos otros casos, de la distorsión o transformación de un dicho, con el cambio de una palabra.
Originalmente, se especula, en la antigua Roma el dicho se refería al león, el rey de la selva y luego dejó su lugar al ladrón, al amigo de lo ajeno.
León o ladrón, finalmente, son usados para culparlos de un mal comportamiento que paradójicamente revelaría ocultas características del sujeto que apela al dicho.
Sugieren que antes de citar esta frase hacer un acto de contrición para estar seguros de aquello que estamos afirmando.