Es un dicho cínico, muy antiguo y lamentablemente vigente, comienza por reconocer que efectivamente existen círculos de personas que se unen y protegen por intereses y conveniencias comunes, sin importar que eso signifique perjudicar a otros.
Los de la argolla actúan en grupo, son compinches, cómplices de situaciones que llegan a dominar a fuerza de imponerse sobre el resto de la comunidad.
No necesariamente cometen delitos, aunque su accionar generalmente camina al borde de infringir normas de convivencia humana sana y transparente.
Los de la argolla se cuidan entre ellos y están dispuestos a atropellar a quienes se oponen a sus intereses de grupo.
Las argollas existen en todas las actividades sociales, profesionales empresariales y hasta deportivas.
Existe la argolla de fiscales, de jueces y trabajadores judiciales, de burócratas y tramitadores, de médicos, ingenieros, arquitectos y dirigentes empresariales.
Existe la argolla de los futbolistas, los deportistas, atletas y árbitros, la de los dirigentes y de los barristas, los banqueros, los gerentes y los dirigentes sindicales.
La argolla de los cantantes, orquestas y organizadores de espectáculos decide cómo y dónde nos vamos a divertir.
Difícil es seguir por la vida si es que no sabemos identificar la argolla y desconocemos lo que debemos hacer si queremos triunfar en actividades que son del ámbito de su influencia.
Un amigo, abogado, me contó que su padre siempre le decía que lo malo de la argolla es estar fuera de ella.