El movimiento migratorio de las golondrinas dio pie a un dicho al que poco o ningún caso hacen jueces, fiscales y policías, médicos y periodistas, inclinados a veces a conclusiones apresuradas.
La presencia de una de estas aves no necesariamente significa que estamos cambiando de estación. Ellas huyen del frio y en la búsqueda de mejores temperaturas son capaces de recorrer miles de kilómetros.
Lo hacen en grandes bandadas por lo que una sola no es la migración masiva que como cubanos o venezolanos advierten un escape generalizado. Yumas y venecos migran por otras razones.
Hay mamás protectoras que al primer estornudo de su engreído corren a la farmacia a comprar remedios para la gripe y le aconsejan que no salga a la calle que puede contraer una neumonía.
Alguien comenzó a toser en la oficina y lo mandaron a su casa para que no contagie la nueva ola de Covid.
Hay personas que van a dar a la cárcel al menor indicio de la comisión de un delito, como el joven que estuvo preso casi dos meses acusado de integrar una red de pedófilos y resultó inocente, mientras otros sinvergüenzas, con múltiples pruebas de sus fechorías siguen sueltos en plaza, queriendo hacer política para volver a cometer las mismas tropelías.
“Una hirundo non facti ver” dicen en latín y habría sido pronunciada por primera vez por Platón, mientras Aristóteles publicó un libro en el que sostiene que “Porque una golondrina no hace verano, así tampoco hace feliz a un hombre un solo día o un poco de tiempo venturoso”.