Usamos expresiones sin detenernos a pensar en el origen como es el caso de cabras u ovejas descarriadas, oveja negra o cabra loca. El tiempo extra que nos regala el coronavirus permite acudir a Wikipedia para tratar de entender qué culpa tienen cabras y ovejas de nuestros malos comportamientos.
Las ovejas descarriadas son algo más que salirse del carril, es más complicado que apartarse del resto del rebaño. La parábola de la oveja perdida tiene un significado que va más allá de la importancia del valor que adquiere rescatar la oveja perdida.
Me refiero al por qué de la expresión y es que en algún momento debió ser un problema frecuente, con ovejas que salen del carril, se apartan del grupo, se vuelven “cabra loca” y corren desesperadas hasta precipitarse por barrancos que no desconocen, los saben de memoria.
Esas ovejas o cabras descarriadas huyen de la manada y deliberadamente buscan desbarrancarse para encontrar la muerte. Los pastores descubrieron que eso se debía a la existencia de piojos, chinches y parásitos que abundan y se reproducen con facilidad entre la comodidad de sus lanas, hasta llegar a la cabeza, anidan en las orejas y penetran hasta llegar al cerebro.
El dolor de cabeza es el que les hacer perder el sentido, sentir que tienen un parásito que les está devorando los sesos. La solución fue preludio de la medicina preventiva al cubrirles la cabeza con aceite de oliva, lo que impide el avance de los parásitos, resbalan o se quedan pegados y así los bichos no tienen acceso a esa zona vulnerable.
Adquirió profundo simbolismo en las religiones como la cristiana y perdura en el tiempo como el rito de la unción, para curar enfermos o reconocer la autoridad.
Con los problemas económicos que acarrea el coronavirus no es raro ver en estos días a un amigo que anda por la calle buscando soluciones, más desesperado que una cabra loca