Muy temprano, ese 29 de agosto, recibo la llamada de un oficial que dijo transmitir el encargo del comandante general del ejército, quien me cita a una reunión urgente, en ese momento, minutos antes de las 7 de la mañana, en su oficina en uno de los extremos de la calle Zela, junto al diario La Voz de Tacna, a espaldas de la bodega Cúneo, por la iglesia del Espíritu Santo y el colegio que lleva el nombre de los hermanos José María y Federico Barreto.
No fui a ninguna de las fiestas a las que había sido invitado la noche anterior. La intuición periodística que comencé a descubrir, me advirtió que la presencia de tanto general era para algo más que participar en las fiestas de Tacna; eran muchos generales, demasiados, estaban todos los que podía imaginar juntos, en una ciudad pequeña como Tacna de 1975.
Caminar las cuatro cuadras hasta ese lugar me tomó menos de diez minutos y por el movimiento de soldados armados, en la puerta, confirmé que algo grave estaba ocurriendo.
– ¡Mierda, la guerra! pensé por un instante.
Seguro Velasco está ordenando una locura a sus tropas y vendrían días, tal vez años complicados y en cualquier momento comenzaría a escuchar el estruendo de las bombas y me arrepentí no haber enviado a mi familia a Lima, como muchos ya lo habían hecho.
– Gracias por venir – dijo el general José Villaslobos Vigil, secretario general del ministerio de guerra- ustedes son los únicos que han respondido a nuestro llamado, pero creo que es suficiente.
Apenas éramos tres periodistas para la conferencia de prensa más importante de mi vida. Oscar Liendo Duarte de Radio Tacna y corresponsal del diario El Comercio, quien me invitó a convertirme en periodista cuando con Henry Rondinel compartió la dirección de La Voz de Tacna y Don Segundo Morales Villagra, director de ese diario.
– El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas- comenzó a leer un papel escrito a máquina- ha decidido realizar el relevo en la presidencia de la república y a partir de hoy es confiada al comandante general del ejército, general de división Don Francisco Morales Bermúdez Cerruti, quien reemplazará al general Juan Velasco Alvarado. La decisión es respaldada por los jefes de todas las regiones militares, la marina, la fuerza aérea y las fuerzas policiales.
– ¿Qué va a pasar con el general Velasco? , preguntó Don Segundo.
– Se va a su casa a descansar– respondió con calma Villalobos- ustedes saben que se encuentra delicado de salud, desde hace tiempo.
– ¿Pero él no sabía de esta decisión? repreguntó.
– Miren, dijo, la salud mental es lo que más preocupa con el general Velasco y es lo que queremos proteger y lo apoyaremos para su total restablecimiento, aquí en el Perú o en el extranjero.
– ¿Y la revolución? – preguntó Oscar- ¿habrá más cambios?, ¿cuáles?
– Todo sigue igual, el gobierno revolucionario de las fuerzas armadas continúa, sigue siendo el mismo, contestó. Continúa vigente el estatuto de la revolución de las fuerzas armadas.
Dijo que no podía seguir brindando más información, que eso era todo por el momento, que no estaba autorizado a dar más declaraciones, que seguramente en el curso del día haría lo propio el general Morales Bermúdez.