En noviembre del año 1974 (un año antes del Tacnazo)se produjo una de estas ceremonias de distensión con un acto que se conoció como “El abrazo de la concordia” entre los jefes militares de Tacna y Arica, Artemio García Vargas y Odlanier Mena. Trascendió que García habría sugerido que dos escuadrones de tanques peruanos pasen a Arica y dos escuadrones de tanques chilenos a Tacna. El problema que lo impidió es que así juntaran todos los tanques operativos de Chile, no alcanzaban para organizar dos escuadrones. Estaban desarmados, no tenían tanques ni para un desfile y el “Abrazo de la Concordia” tuvo que ser acompañado por bandas de músicos y una sección de soldados.
Solo una afiebrada mentalidad pudo suponer la posibilidad de conflicto bélico entre los dos países. Los militares tomaron a broma lo que en algunos lugares comenzó a ser considerado de otra manera. La amenaza de una guerra estaba presente en otros escenarios. Gente cercana al dictador Velasco, como fue su jefe de prensa Augusto Zimmerman Zavala reveló años más tarde, en 1982, que el general Velasco había roto por primera vez el equilibrio en el Pacífico, colocando a nuestra patria en posición de superioridad terrestre, aérea y naval y tuvo el sueño secreto de recuperar el Morro de Arica.
“Velasco quiso irse del gobierno después de dar este paso. No ambicionaba Tarapacá. Pero sí quería ver ondear en la cumbre del Morro el sagrado bicolor que empuñó en sus manos el heroico coronel Bolognesi” dijo Zimmerman y explicó que Morales Bermúdez se entrevistó con Hugo Banzer en Bolivia para paralizar la reconquista de Arica. “Nunca hasta entonces había tenido el Perú una ocasión tan clara para reivindicar la soberanía nacional sobre la heroica ciudad que nos fue arrebatada por el expansionismo militar de Chile” (Kausachum 25 de agosto de 1982).
Siguiendo una antigua tradición en la marina peruana, iniciada por el propio Almirante Miguel Grau Seminario, quien no dudó en enfrentarse al poder ejecutivo para defender la constitución y el honor nacional, diversos alzamientos han escrito ejemplares páginas en la historia de la gloriosa marina de guerra del Perú, que tampoco se quedó corta cuando comenzó la dictadura de Velasco y tuvo uno de sus más grandes exponentes en el almirante Luis Vargas Caballero, cuando salió en defensa de la libertad de prensa y tras el almuerzo que congregó a líderes del periodismo peruano independiente, en el local de la Federación de Periodistas y ante los ataques de los gobiernistas, afirmó que la libertad de expresión era uno de los postulados del gobierno revolucionario y que criticar o discrepar no era contrarrevolucionario. Velasco lo pasó al retiro.
El Vicealmirante Guillermo Faura amigo íntimo de Velasco y su cercano colaborador, empeñado también en empuñar las armas contra Chile, fue impuesto como comandante general de la marina y ministro de marina desde el primero de enero de 1975, contra la opinión mayoritaria de la oficialidad naval, debido a que hubo otros jefes con mayores méritos pero obligados a pasar al retiro.
El estallido de una bomba en su casa le advirtió a Faura, el 2 de enero, que no gozaba de la simpatía de sus camaradas de armas y en el mes de junio también pasó al retiro luego que la oficialidad sacó la flota al mar para amotinarse y demandar su salida. Fue reemplazado por el Almirante Augusto Gálvez Velarde. Comenzó a dibujarse el escenario diseñado para la salida de Juan Velasco Alvarado.
Mientras tanto en Chile se comenzaban a reponer del colapso económico al que los llevó el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, con una inflación cercana al 700% y problemas de abastecimiento de productos de primera necesidad, que motivaron cacerolazos con los que el pueblo expresó su descontento. Allende estatizó varias empresas, entre ellas las mineras y las agrupó en Codelco (El Teniente, Chuquicamata, El Salvador y Río Blanco). Pinochet promovió la recuperación económica de su país con el concurso de un equipo de economistas bautizado como los “Chicago boys”.