El Paseo de la Bandera del año 1975, hace 48 años, contó con la presencia de numerosos militares, el gobierno casi en pleno estaba acompañando a la bicolor por la calle San Martín, hasta el Centro Cívico, donde ocurre el acto central del programa que consiste en el izamiento a cargo de las mujeres explebiscitarias de un plebiscito que nunca se realizó, pero se vivió cada día de los cincuenta años de la ocupación, en el corazón de las tacneñas que nunca aceptaron otra bandera diferente a la roja y blanca de la patria.
Ahora es el turno de las hijas de esas mujeres y se entonan himnos y se pronuncian discursos patrióticos, para dar paso al desfile cívico militar que en 1975 comenzó con delegaciones de organizaciones de base, de los asentamientos humanos, pueblos jóvenes, gremios de pequeños comerciantes y trabajadores de los mercadillos, de los sindicatos y comunidades agrarias e industriales, de los clientes del Sinamos, portando enormes cartelones con frases recurrentes como “Chino, contigo hasta la muerte”.
Pero más que organizaciones sociales, el desfile del 28 de agosto es de escolares que se toman en serio la competencia por trofeos simbólicos, medallas y gallardetes con los que premian a los más entusiastas. Marchar era un honor dispensado únicamente para aquellos que se habían esmerado en los ensayos. Perder el paso en pleno desfile podría ocasionar una fatal y generalizada descoordinación.
El ritmo lo daba el sonido del bombo, que debe coincidir siempre al contacto del pie izquierdo con el suelo; los brazos debían alzarse solo hasta la altura del hombro, la mirada en la nuca del que está adelante y levantar la pierna lo más alto posible. Eso de marchar promueve el espíritu de camaradería y el sitio dentro de la formación siempre origina rencillas entre los más bajitos.
Después del desfile es costumbre que las familias se reúnan en almuerzos para agasajar a los que llegan de otras ciudades. Con Morales Bermúdez, por lo general, la cosa era en Pachia con los Bocchio. La celebración en las casas y en la campiña reúne a familias y amigos como Chicky Chiarella, con sus primos César y Tuco se juntan para izar la bandera en un alto eucalipto, mientras al pie se asan deliciosos corderos de Candarave y en fogones de leña el picante de guata y pata, cazuelas y tamales.
Los restaurantes ofrecen ceviche de corvina, locos mayo, cuy chactado, pastel de choclo o adobo, además de vinos y licor de damasco. Los que sobreviven a los banquetes acuden luego, en la noche, a los bailes populares, mientras que el de gala es en los salones del Club de la Unión, donde al compás de orquestas locales y de Moquegua, Puno y Arequipa, se baila y celebra hasta el amanecer. Tacna festeja contenta el aniversario de su reincorporación al Perú.
Entre jarana y jarana, entre alegres valses y cumbias entonan de pronto emocionados:
Ya salió el crucero Lima, todo cubierto de luto
recorriendo aguas chilenas en busca de Miguel Grau.
El valiente Miguel Grau, con su Huáscar se batió
le volaron medio cuerpo, y en el mar se sepultó.
Adiós Tacna bella palma, Adiós Arica laurel
ya se fue tu hijo querido, no lo volverás a ver.