Su deseo de cruzar fronteras y recorrer países lo convirtió en trotamundos inagotable, empedernido, aunque esporádicamente regresa al Perú para recodar un poco de aquello que sacrificó muy temprano.
Estudió medicina en la Universidad Cayetano Heredia y viajó becado a Londres para estudiar Master Tropical Medicine (MSc) en London School of Hygiene & Tropical Medicine, Master in Public Health (MPH) en KIT Royal Tropical Institute y Health Policy and Financing en The London School of Economics and Political Science – LSE; vive en Kabul y trabaja en International Rescue Committe.
De baja estatura, delgado, siempre ruisueño, amigable, inteligente y con facilidad para dominar otros idiomas, apenas terminó la secundaria viajó a Lima para graduarse de médico, muy joven y comenzar una aventura con la credencial de Médico sin Fronteras.
Se trata de una organización humanitaria encargada de llevar asistencia a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y excluidos de la atención médica.
Una de sus primeras especialidades es la epidemiología por lo que, supongo, adivino, debió perder cabello cuando se desató la epidemia mundial del coronavirus. Ahora recurre a sombreros y turbantes para dejar que fluya la imaginación de los amigos y adivinen su actual peinado.
Kabul, capital de Afganistán y último lugar que consigna como residencia es una ciudad gobernada por los talibanes desde el 2021, tras la humillante retirada del ejército estadounidense que estuvo 20 años por ahí.
Los médicos sin fronteras son más de 40 mil y están en 70 países de los cinco continentes. Los más cercanos andan por Venezuela.