Su casa colindaba con el colegio de modo que jamás pudo tener pretexto alguno para llegar tarde a clases. Nunca tuvo la ocasión de algún percance en el camino para pretextar una tardanza y entonces, aprovechando la vecindad, esperaba el último instante, el sonido del último timbre que anunciaba el inicio formal de la jornada, para entrar corriendo a la formación, apurado, colorado, transpirando.
Tampoco padeció las dudas que atormentan las mentes adolescentes preocupadas por el futuro, sabía que sería empresario, como su padre y es lo que sucedió.
Estudió, se preparó y acumuló conocimientos que le permiten navegar en ese mundo sujeto como todos, me imagino, a otras dudas, a la incertidumbre del mercado y las decisiones políticas que pueden afectarlo.
Esperó terminar la secundaria para pegar el estirón y convertirlo en el personaje alto y delgado, sumamente delgado, que es hoy día y no creo esté esperando el último timbre para adoptar decisiones que tienen que ver con varias empresas que dirige o representa.
¿En qué andas Carlo Armando? Le pregunté una noche que nos encontramos en un evento en la Cámara de Comercio y me dijo en el negocio de vidrios, como que no quiere la cosa.
Y claro, una cosa es el botellero que pasa con su carreta y megáfono a todo volumen gritando ¡ BOTEEELLAS, COLCHONES, CATRES BOTEEEELLAS! y otra cosa muy diferente es el fabricante.
Andalousite es el nombre de un mineral que en el colegio nunca fue reconocido como miembro de la tabla de Medeliev y tiene que ver con sus negocios, es una roca metamórfica, que con el calor o la presión se transforma en fluido químicamente activo que sufre ajustes estructurales y mineralógicos, la materia prima de los vidrios.
La explicación tal vez no sea muy científica, pero confío ayude a entender los negocios en los que anda Carlo Armando.