CALÍGULA
El nombre de Calígula está asociado a escándalos sexuales debido al cine y numerosos libros que tienen mucho de verdad histórica, recopilada y narrada por testigos de su tiempo. Gobernó en los inicios del cristianismo, por casi cuatro años, entre el 37 y el 41 y murió a los 28 años de edad.
Cuatro fueron sus esposas: Junia Claudia, Livia Orestila, Lolia Paulina y Milonia Cesonia a quienes fue desechando envuelto en escándalos, debido a sus relaciones incestuosas con sus hermanas Julia Livia, Julia Drusila y Agripina, así como con algunos amigos, con quienes convirtió su palacio en una suerte de burdel.
Muy moderno dirán quienes en estos días promueven el matrimonio homosexual, el divorcio, aborto y eutanasia y es que cuando no asesinaba a quienes les resultaban incómodos, entonces los obligaba a suicidarse.
Una de las muchas historias que le atribuyen a su demencial conducta es la de pretender nombrar cónsul y sacerdote a su caballo Incitato.
Calígula fue el tercer emperador romano y su mandato coincide con un periodo de persecución a los cristianos, opuestos radicalmente a estas manifestaciones de una decadencia que terminó por acabar con lo que fue el centro de poder de los países de occidente.
Su mirada de loco y sus cambios extremos de conducta son atribuidos al hipertiroidismo cuyos síntomas se caracterizan, entre otros, por cambios de humor, nerviosismo, irritación, debilidad muscular, intolerancia al calor, temblor en las manos y problemas para dormir.
En ese tiempo la cultura pagana, cuenta César Vidal Manzanares, no tenía ninguna objeción moral contra el aborto e incluso Platón escribe que el Estado lo convirtió en obligatorio para las mujeres que superaban los 40 años y también como una manera de controlar el crecimiento de la población.
Aristóteles opinaba que solo debía procrearse hasta una edad determinada y que, superada esta, había que recurrir al aborto. La sociedad romana consideraba normal que los varones dispusieran de los fetos de sus esposas o amantes.
El cristianismo y el judaísmo consideraban un grave atentado contra la moral la destrucción de la vida que estaba albergada en el vientre de la mujer.
La Didajé, la primera catequesis cristiana del año 70 antes de Cristo, ya decía no matarás a un niño recurriendo al aborto ni lo matarás cuando haya nacido.
NERÓN
Asociamos el nombre de Nerón al de un tirano que tocaba la lira mientras incendiaba Roma y eso tiene mucho de verdad, aunque no totalmente. Resulta que los historiadores coinciden en señalar que fue un emperador déspota, cruel y sanguinario, que efectivamente durante su gobierno se incendió una parte de Roma y que era un virtuoso tocando instrumentos musicales como la lira y la citara, cantaba y deleitaba a sus acompañantes, pero surgen dudas sobre su conducta respecto al incendio.
Hay quienes afirman que ordenó incendiar parte de Roma para luego culpar a los cristianos y justificar una persecución despiadada, pero también existen testimonios de su desprendimiento para ayudar a los damnificados y brindarles alojamiento en sus palacios.
Pero traigo a comentario el nombre de Nerón para ocuparme de un tema que sigue siendo objeto de controversia y es el del matrimonio homosexual.
Nerón Claudio César Augusto Germánico asesinó a su madre y sus dos esposas, para contraer matrimonio con un homosexual de nombre Esporo, que tenía un enorme parecido a su difunta esposa Popea Sabina.
En ese tiempo los matrimonios homosexuales estaban prohibidos y para burlar la ley mandó castrar a su amante, lo vistió de ropas femeninas y ordenó que todos le tratasen como a mujer y así fue aceptado.
Pero las desviaciones homosexuales de este cruel emperador eran de tal magnitud, que tiempo después vuelve a contraer matrimonio con otro de sus esclavos, Dióforo, pero esta vez es el propio Nerón quien viste de mujer y exige ser tratado así.
Es decir, esto de los matrimonios homosexuales es un asunto tan antiguo que se pierde en el túnel del tiempo, de modo que en pleno siglo XXI resulta ridículo pretender argumentar que el matrimonio entre homosexuales es símbolo de modernidad, de progreso.
Nadie pretende justificar el machismo, ni la violencia contra las mujeres; al contrario, los cristianos condenamos, rechazamos, repudiamos esa conducta ajena a los valores, principios y enseñanzas de la Biblia.
Lo que no podemos aceptar es que bajo el pretexto de combatir la violencia de individuos carentes de valores, se pretenda introducir una ideología comprobadamente perniciosa y contraria a lo que inculcamos a nuestros hijos en nuestras familias.