En la Batalla del Morro de Arica hubo miles de muertos, de héroes que defendieron al Perú con su vida y junto al Coronel Francisco Bolognesi recordamos siempre a Alfonso Ugarte, el que se lanzó al precipicio con la Bandera del Perú, para evitar que se convierta en trofeo de guerra.
Nació en Iquique el 13 de julio de 1847, estudió contabilidad en Antofagasta y regresó a su ciudad para administrar negocios salitreros de su familia, dueños de una gran fortuna. Siendo muy joven llegó a ser alcalde de Iquique, fundador de la compañía de bomberos y al estallar la guerra decide organizar el Batallón de Iquique N°1, formado por 429 voluntarios y 36 oficiales.
Combatió en la Batalla de Tarapacá donde fue herido de bala, pero se negó a abandonar su tropa y más tarde tuvo que replegarse con la población de Tarapacá hacia Arica.
En Arica asumió la 8va comandancia de la División del Sur y participó en las juntas de oficiales que deciden luchar hasta quemar el último cartucho.
“Con fecha 17 de diciembre el dictador [Piérola] había dispuesto asimismo que a la fortaleza de Miraflores más vecina al mar se le diese el famoso nombre de Alfonso Ugarte, en memoria del bizarro mozo que, como La Rosa en Iquique, se había despeñado al océano desde la cumbre del morro de Arica”. Periodista chileno Benjamín Vicuña Mackenna (1881).
El párroco de Arica José Diego Chávez, consignó en el libro de entierros que su cadáver fue encontrado al pie del Morro y colocado en un nicho del panteón de Arica.
Posteriormente, en 1890 un grupo de tarapaqueños trajo sus restos a Lima, junto con los de otros combatientes caídos en la guerra. Un calcetín de hilo tenía marcado su nombre.
“Al galope nervioso de su caballo, sereno como en unas maniobras, abandonó Alfonso Ugarte el reducto protector y dio vuelta en torno, para ir hasta los artilleros y fusileros que estaban a espaldas del cuartel, sobre la arista del morro que da al mar. A una voz suya, todos los fusiles enmudecieron y los soldados, al volverse, pudieron contemplar la soberbia estampa del coronel iquiqueño, recortada en el vértice del peñón contra el telón de fondo del océano. Le vieron también cómo, con un gesto resuelto, se desprendió de su capote y lo echó sobre la cabeza de su caballo. Luego, irguiéndose, sobre los estribos, gritó con toda su alma ¡Viva el Perú! y picando espuelas se lanzó al vacío. Con un grito de estupor estrangulado en las gargantas, peruanos y chilenos, vieron al altivo jinete volar, como en un caballo alado y describiendo una impresionante parábola, ir a estrellarse contra las puntiagudas rocas asomadas en la espuma del mar que azota los pies del morro”. Jorge Inostroza, biógrafo, periodista, novelista y guionista de radio y tv, chileno.