La historia del péndulo es fascinante, desde un uso relacionado con la dirección en la que en algún momento se determinaba el epicentro de un sismo, pasando por instrumento para medir el tiempo o fuente de energía para máquinas de movimiento alternativo.
Lo cierto es que el péndulo tiene un atractivo seductor y adorna lujosas oficinas como adorno exquisito que puede medirse a partir de los materiales de su fabricación.
Es una masa suspendida por un hilo y oscila básicamente por la ley de la gravedad.
En Chile explican las dos últimas derrotas de la izquierda radical, en consultas relacionadas con la constitución, a la ley del péndulo, es decir, según los izquierdistas comenzando por Gabriel Boric y “politólogos” de todas las raleas, que ahora ganó la derecha y mañana le tocará a la izquierda.
Desde que salió Pinochet, dictador de derecha, hubo varios gobiernos de “concertación” de abierta oposición, desde Patricio Aylwin, pasando por Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachellet (dos veces), hasta llegar a Boric. La excepción fueron los dos periodos de Piñera.
De modo que esa explicación del péndulo resulta cuando menos caprichosa y hasta una suerte de amenaza que más adelante van a volver a la carga con propuestas descabelladas para echarse abajo la constitución “pinochetista”, como en el Perú la “fujimorista”.
La izquierda chilena no se resigna a comprender la pateadura que dos veces consecutivas el pueblo chileno le ha dado al comunismo internacional.
La explicación del péndulo chileno no responde a las leyes de la física, la lógica, la política ni el sentido común. Ese péndulo es bamba, sesgado, ideologizado, esquizofrénico, desesperado, alocado.
Los nuevos constituyentes chilenos deberán redactar una constitución con candados que impidan su fácil destrucción.