La chilla de venezolanos, hombres y mujeres, varados en la frontera con Chile y el atrevimiento que exhiben ante policías y militares peruanos a quienes agreden exigiendo respeto a sus derechos humanos, es lo que no hicieron en su país con la dictadura de Nicolás Maduro.
En Caracas no tienen ese mismo atrevimiento porque saben que irían directo a la cárcel o al cementerio, como dice Daniel Santos, como canta Vargas Romero, en el juego de la vida.
Los venezolanos no tuvieron valor para combatir al comunismo, a la feroz dictadura que instauró Hugo Chávez y se prolonga en el tiempo como suele ocurrir con las dictaduras comunistas, como sucede en Cuba, como pasa en Corea del Norte.
Los migrantes saben que los policías peruanos no les van a disparar, pero están convencidos que los policías de su país si son capaces de hacerlo.
Daniel Boric, en Chile, les ofrece garantía a los carabineros que no serán implicados en procesos judiciales por usar sus armas contra migrantes ilegales.
Sucede que los criminales venezolanos vinieron al Perú y a Chile con sus mismas costumbres asesinas que convirtieron a su país en uno de los más peligrosos del mundo. Son llaneros, no solitarios, lo hacen en manada, organizados, son mafia y no usan pistolas con balas de plata, tienen metralletas con balas de plomo.
Atribuir a policías y militares toda responsabilidad de la muerte de manifestantes defensores del golpista Castillo es otro grave error, marca el punto de quiebre de un régimen tentado a sacudirse de responsabilidades en lugar de amparar la acción de uniformados que para comenzar defendían sus propias vidas y los aeropuertos que los terroristas pretendían destruir.
Es equivocado exculpar de plano a los muertos en estos ataques, cuando bien sabemos que eran ellos los que atacaban de manera traicionera, se trató de un plan orquestado por Sendero Luminoso, con estrategia y fines políticos.
Chile y Ecuador, como antes decidieron Honduras y El Salvador, respaldan a sus policías y militares en el uso de las armas que les confía el Estado, sin tener los graves problemas de terrorismo que padece el Perú.
Boluarte y Otárola deben revisar esa conducta que abona en favor de quienes quieren desestabilizar un gobierno que subsiste gracias a que el anterior fue mucho peor.