Que la justicia peruana demore varios años de engorrosos procedimientos para llegar a una sentencia que absuelve o condena, la hace inalcanzable para gente que no cuenta con recursos económicos para pagar abogados y papeleos y nos hemos acostumbrado a eso.
Lo que resulta imperdonable es que suceda lo mismo en el congreso de la república, donde existen casos clamorosos que merecen decisiones no tan engorrosas.
Con el violador demoraron como un año, las “mochadoras” tienen para rato de procedimientos engorrosos y con los Niños el asunto se sigue prolongando tanto que comienza a oler componenda.
Para tratar de corregir lo que sucede en el poder judicial proponen soluciones como los procesos expeditivos para casos de reos capturados en flagrancia, cuando son detenidos cometiendo el delito.
Mientras que congresistas que pública e impunemente traicionan la doctrina, pensamiento y programa de los partidos políticos que los llevaron al parlamento, gozan de una protección que termina perjudicando a los demás miembros de ese poder del Estado.
La demora en el congreso afecta a un parlamento que, aparentemente, aguarda sea el poder judicial el que se pronuncie primero y ya sabemos lo que demoran las señoritas de la balanza.
Justicia que tarda no es justicia dice la gente y aunque demoraron 34 años con Urresti finalmente los familiares del periodista Bustíos respiran en paz, pero pudo haber sido mejor si los jueces actuaran de manera correcta desde el comienzo.
Algunos casos emblemáticos quedan pendientes en el perchero de la impunidad con Alejandro Toledo y sus amigos de Odebrecht, el Club de la Construcción, Ollanta Humala, Martín Vizcarra y el muchachito tonto.