No me imagino a nadie poniendo sus barbas en remojo ¿cómo? ¿en un lavatorio? No me hago la idea de Sagasti , De Belaunde y Hugo Blanco, agachados sobre una batea remojando sus barbas debido a un peligro que los amenaza.
«Cuando las bardas de tu vecino veas quemar, pon las tuyas a remojar» rezaba el dicho, según algunos, mientras otros insisten en remojar las barbas.
Las bardas son esa cubierta de ramaje o paja, asegurada con tierra o piedras, que se pone sobre las tapias de huertas y corrales para protegerlos de la lluvia.
El diccionario de la Real Academia señala a las bardas como seto, vallado o tapia, maleza o matojos silvestres con espinas secas.
Una teoría sostiene que las bardas, expuestas al sol, en algún momento pueden hacer combustión espontánea como ocurre en algunos incendios forestales o como consecuencia de alguna chispa catalizadora.
Los incendios generan distintas reacciones como aquellos que inmediatamente buscan apagarlos con agua, mientras que otros prefieren salir corriendo, rapidito.
Cuando las bardas de tu vecino veas quemar, pon las tuyas a remojar, encierra algún sentido, pero ¿qué peligro se puede conjurar si remojamos las barbas? ¿y eso que tiene que ver con tu vecino?
Respeto la opinión de quienes sostienen la teoría de los bigotes mojados, que defienden “a capa y espada”, aunque no la comparto. Debo darles el beneficio de la duda y admito pueden tener toda la razón en algo que mi limitado entendimiento no llega a comprender.
Entendidos en filosofía encuentran significados mucho más profundos en el mismo dicho, como que las personas debemos aprender de las malas experiencias de los demás para no padecer las mismas malas consecuencias.
Explorar los dichos no tiene un ánimo petulante. Es un pequeño esfuerzo por darle un mejor sentido a nuestra comunicación.