La realidad muchas veces supera a la ficción y lo constaté otra vez viendo una película rusa en la que el Doctor Peste, con traje y capa negros, como Batman y máscara de ave, busca justicia social asesinando millonarios y promoviendo el caos y la anarquía.
El villano cuenta con armas fabricadas en base a la moderna tecnología, aunque circunscrita a poderosos lanzallamas, que al parecer han dejado profunda huella entre los rusos.
Es a lo que estamos expuestos buscando novedades en Netflix y la seguí viendo al encontrar similitud con lo que vivimos recién en el Perú, cuando turbas enarbolando consignas políticas quemaron varios centros mineros, saquearon y destruyeron un supermercado, quemaron comisarías, juzgados y fiscalías, instalaciones de empresas agroexportadoras y fábricas de productos lácteos y causaron destrozos en aeropuertos.
Es apenas una tímida demostración del extremo al que pueden llegar turbas desquiciadas que pretenden cambios sociales con violencia descontrolada. No se les ocurrió tender una emboscada a una camioneta y disparar contra varios policías sin dar oportunidad a que se defiendan, ni mucho menos quemar a otro dentro de su patrullero.
El remedo distorsionado de Batman pensaba que los millonarios son los culpables de la desigualdad económica y social, de haber nacido en un hogar disfuncional, de la incapacidad de los políticos para resolver los problemas.
El nombre de la película es “Igor Grom, contra la peste” y es Igor el policía iconoclasta que saltando protocolos y reglamentos busca el camino para enfrentar al cerebro que desencadenó la asonada.